Un ligero viento poético del norte llenó la calle de versos. Entre ellos se coló una hoja, temblorosa, tratando de esconderse en la sombría humedad de la noche que ya caía. De pronto no fue la falta de sonido, sino el silencio el que reinó. Y la noche se hizo suya dando forma real a un fantasma, hasta entonces cautivo, aprisionado en aquellos versos que quería convertir en besos.
Fotografía Chema Madoz |
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