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Esta es la historia de un árbol enamorado de la luna. Por el día, ansía la llegada de la noche. Por la noche, espera que nunca llegue el día.
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Cuando la luna hace su aparición, el árbol alarga sus ramas todo lo que puede, y coloca sus hojas de manera que la luz nocturna se refleje en ellas, creando una especie de caleidoscopio de estrellas que festejan la presencia de la bella luna.
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Ella, acostumbrada desde su nacimiento a los anhelos ajenos, siempre le regala su luz, a modo de sonrisa, como queriendo decirle: "No sufras árbol mío".
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Él sigue estirando sus ramas todo lo que puede, trepando por el cielo, para llegar, algún día, a tener algo más que un reflejo en sus hojas.
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