Examinaba grandes cosas, pero también pequeños gestos casi imperceptibles. Cazaba emociones extraordinarias, y las dividía en fragmentos diminutos. Robaba segundos y minúsculos momentos, y hacía con ellos mapas llenos de luz que, quizá, no llevaban a ningún lugar existente. Pero enterraba así sus miedos y las miradas perdidas y, de alguna manera, guardaba el tiempo en un frasquito de cristal.
Lo he leido.
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