Dio los buenos días al cielo porque la tierra se había desvanecido.
Acostumbró sus ojos a las lágrimas que ya no podían seguir encerradas en el iris de sus ojos.
Sobre el vacío, al levantarse, ni rastro de su destino.
Quizá la luna se convierta en la próxima proa de su barco.
Imagen Mandolinas |
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