La vida parece tener esa forma extraordinaria e
inesperada, a veces deforme e incomprensible, a veces cercana y transitable. Su
pasado permite que nos reflejemos, como lo hacemos en el agua, o en los
cristales, y su futuro nos inquieta en ocasiones, y nos esperanza en otras,
como lo hace aquello que desconocemos y que aún no hemos sentido. Pero a veces
lo que se ha ido se niega a marcharse, como los libros que se amontonan a pesar
de haber sido leídos, los perfumes que quedan grabados en nuestro recuerdo, o las
flores que parecen no marchitarse nunca… Así, con todo, él esperaba cada mes de
abril a que ella llegara y dejara sobre su lápida un ramo de margaritas,
reencontrándola en cada vida, renaciendo cada año.
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