Escultura de Yoshimasa Tsuchiya |
Abrió los ojos y, contra todo pronóstico, allí estaba ella. Tuvo que cerrar los ojos y volver a abrirlos para asegurarse de que aquello podía ser cierto. Y allí seguía ella, donde siempre había estado, a su lado. Alargó el brazo para tocarla y, cuando estaba a punto de rozarla, todo desapareció, incluida ella, y la estancia se convirtió en un negro habitáculo, más oscuro que una noche sin luna. No supo si moverse hacia lo desconocido o quedarse quieto abrigado en el seno de lo conocido. Y en medio de esa especie de reflexión, alguien le cogió de la mano y le susurró al oído que cerrara de nuevo los ojos. Puede que fuera el mejor de los consejos, o el peor de todos ellos, pero él decidió desasirse de la mano, y continuar solo.
Abrió los ojos y, tal y como había augurado, allí no había nadie...
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