Parecía vivir cómodo en su profunda oscuridad. A caballo entre el abismo y la puerta que le permitía engancharse al alambre por el que cada día caminaba por la vida como si fuera un equilibrista. E inmerso estaba en ese lugar que sentía tan suyo cuando llamaron a la puerta..., y lejos de apresurarse a abrirla, allí permaneció, a escasos metros del picaporte, sin intención de abrir por temor a que, tras la puerta, no estuviera ella, la única capaz de sacarle de allí, de hacerle abandonar esa oscuridad. No abrió por miedo a perderla para siempre, porque si no era ella la que esperaba tras la puerta él perdería para siempre la esperanza en que un día apareciera realmente, y sucumbiría ante la decepción, abandonándose aún más al abismo. Sabía que no abrir era perderla y no perderla al mismo tiempo. Estuvo horas al lado de la puerta, con su mano rozando la posibilidad de abrir, pero ni tan siquiera cedió a la tentación de asomarse a alguna ventana y acaso reconocer su silueta alejándose, una silueta tan anhelada y deseada..., una silueta que tantas noches le había acompañado, aunque ya no seguro si sólo en sueños o también en la realidad.
Indefinite Divisibility, Yves Tanguy |
Y continua esperando que vuelva, aún con temor ante la posibilidad de volver a no abrir la puerta. Más... ¿¿volverá??... y el abismo no paraba de crecer...
ResponderEliminarPuede que, de una forma u otra, todos nos escondamos tras una puerta..., tras nuestra propia puerta que creemos que nos protege de lo que sentimos, y de lo que puedan sentir hacia nosotros.
Eliminar