Allí te encontré, sediento, podría haber sido tan cerca del mar como de cualquier otro lugar. Perdido en el medio de tu universo mágico-paradójico, tratando de descifrar un jeroglífico para el que ni tan siquiera los sabios tendrían respuesta.
Levantaste la cabeza pero no fuiste capaz de verme, sólo te viste a ti mismo inmerso en la vorágine de tu propio yo.
(P.D. Quizá sea cierto que existen hombres de hojalata para quienes el mejor regalo sería el corazón de quien les ama)
¡Eureka. Ya sé porque me gustan tus pensamientos.
ResponderEliminarConsigues que cualquiera que te lea piense que has escrito para él.
Algunos (¿seremos los del corazón de hojalata?) hasta nos lo creemos de verdad.
Personas espejo que cuando te miran solo ven su propio reflejo. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarYa, y puede que ese reflejo, a su vez, ni tan siquiera sea algo cercano a ellos mismos. Me alegro de que te haya gustado. Un placer tu visita por aquí.
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