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domingo, 15 de agosto de 2010

Adoración


“Quien ama, no se aferra tan sólo a los "defectos" de la amada, ni a los caprichos o debilidades de una mujer; mucho más duradera e inexorablemente que cualquier belleza le atan las arrugas del rostro y las manchas de la piel, los vestidos raídos y un andar disparejo. Esto se sabe hace ya tiempo. ¿Y por qué? De ser cierta esa teoría según la cual las sensaciones no anidan en la cabeza, y sentimos una ventana, una nube o un árbol no en el cerebro, sino más bien en el lugar donde los vemos, al contemplar a la mujer amada también estamos fuera de nosotros mismos. Aunque, en este caso, torturadamente tensos y embelesados. Deslumbrada, la sensación revolotea como una bandada de aves en el resplandor de la mujer. Y así como los pájaros buscan refugio en los frondosos escondites del árbol, las sensaciones huyen hacia las arrugas umbrosas, los gestos sin gracia y las manchas insignificantes del cuerpo amado, donde se acurrucan, seguras, como en un escondrijo. Y ningún paseante ocasional adivinará que precisamente ahí, en aquellos rasgos imperfectos, criticables, anida, veloz como una flecha, el ímpetu amoroso del adorador" (W. Benjamin, Estas plantaciones se encomiendan a la protección del público)

3 comentarios:

  1. Es una buena imagen, muy lograda, simbólica.
    Al igual que el tulipán (?) parece la falda de la bailarina, representa así muy bien el engaño de los sentidos cuando se refiere al amor.

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  2. El engaño de los sentidos..., ¿y qué decir del engaño de los sentimientos?

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