Los seres humanos creen ansiar y perseguir estrellas, pero con frecuencia terminan en una pecera cual si fueran peces de colores. Y únicamente esos colores de sus escamas son los que proporcionan algún brillo ante el absurdo de su vana existencia, ante la estupefacción de haber visto truncadas sus esperanzas.Sin embargo, hay más colores además de los de los peces, hay más lugares por conocer y en los que morar además de las peceras... cuando los colores se mezclan las tonalidades surgen y las posibilidades que se abren son (casi) infinitas.
No se realmente muy bien lo que querés, realmente, decir, pero ¡suena tan bello! Me parece una metáfora preciosa de la vida y de las relaciones.
ResponderEliminarA veces una pecera puede convertirse en un mundo, pero más allá de ella puede haber un lago, o un mar, un océano..., un lugar en el que ya no se perciben las cosas a través de los cristales de la pecera, en el que se aprecian otros tonos, otros sonidos, otros movimientos, otros paisajes...
ResponderEliminarMuchas gracias por la aclaración. Ahora sí que es perfectamente transparente el concepto, tanto como la pecera. :-))
ResponderEliminarEn todo caso ha sido una metáfora muy bella.
Muchas gracias por la aclaración.
ResponderEliminarAhora sí que me queda perfectamente claro el concepto. (Tanto como la pecera :-)) ¡Perdón por el chiste fácil!)
En todo caso, insisto, es una metáfora muy hermosa.
Nuestra vida puede convertirse en esa pecera si no somos capaces de ver más allá de ella, de apreciar esas otras tonalidades.
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