¿Acaso se resume la existencia en pasar por la vida de otras personas con la misma dulzura y proximidad con la que va cambiando el tiempo?
jueves, 26 de marzo de 2009
domingo, 22 de marzo de 2009
Incondicional
viernes, 20 de marzo de 2009
Solamente
Impasible observaba cómo las olas rompían junto a él, sólo una barandilla le separaba de la inmensidad propia del mar, y rebasarla consistía, solamente, en dar el salto adecuado…
Pasaron varias horas hasta que sucumbió, hasta que la espuma de una de las olas le dejó tan prendado que la vorágine del mar le invadió para siempre.
Pasaron varias horas hasta que sucumbió, hasta que la espuma de una de las olas le dejó tan prendado que la vorágine del mar le invadió para siempre.
martes, 17 de marzo de 2009
Gotas como besos
Las gotas golpeaban el cristal como si quisieran traspasarlo, como si fueran fuertes besos que pretenden llegar más allá de la piel, que pretenden penetrar en ese lugar del ser humano que permanece vedado para propios y extraños. Así golpearon durante un largo rato hasta que decidieron reposar su furia y dar paso a la aparente calma que se produce tras la tormenta.
sábado, 14 de marzo de 2009
Sueños unidos
“Toda la noche he dormido contigo junto al mar, en la isla. Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño, entre el fuego y el agua. Tal vez muy tarde nuestros sueños se unieron en lo alto o en el fondo, arriba como ramas que un mismo viento mueve, abajo como rojas raíces que se tocan. Tal vez tu sueño se separó del mío y por el mar oscuro me buscaba como antes cuando aún no existías, cuando sin divisarte navegué por tu lado (...) He dormido contigo toda la noche mientras la oscura tierra gira con vivos y con muertos, y al despertar de pronto en medio de la sombra mi brazo rodeaba tu cintura. Ni la noche ni el sueño pudieron separarnos. He dormido contigo y al despertar tu boca salida de tu sueño me dio el sabor de tierra, de agua marina, de algas, del fondo de tu vida, y recibí tu beso mojado por la aurora como si me llegara del mar que nos rodea" (P. Neruda, La noche en la isla)
Somos pequeñas islas que unimos nuestros sueños para construir otro sueño mayor en el que ambos (tú y yo) al mirarnos percibamos el reflejo de los ojos del otro en los nuestros como lo más bonito de nuestra mirada. Así se construye un gran sueño, con tu nombre en mi boca y un beso que jamás se apartó de la tuya.
Bucles
Cada momento se involucraba más, hasta llegar a ese punto de no-retorno, a ese punto en el que no resulta posible volver atrás porque existe un bucle infinito insalvable que impide el regreso a lo que fue, dado que ese “lo que fue” ya ha desaparecido a lo largo del avance en espiral que se ha llevado a cabo.
Huellas de cristal
Observábamos, desde el otro lado del cristal, el transitar de los individuos, unos con pasos lentos, tranquilos y apacibles, otros con pasos decididos, muy seguros del rumbo que querían seguir, otros dubitativos, indecisos acerca de su marcha, algunos embebidos en sus pensamientos, probablemente tan lejos de aquel momento presente como de cualquier otro... pero todos ellos indiferentes ante nuestras miradas, ignorando que estábamos allí, al otro lado del cristal, observando sus idas y venidas, sus movimientos, incluso sus expresiones y sus gestos. Pero de pronto un estruendo nos saca de ese ensimismamiento en el que estábamos sumidos, de ese observar placentero. No todo es silencio a nuestro lado del cristal, algo nos insta a actuar, a dejar nuestra impronta, nuestra huella en el discurrir de la existencia, nos lleva a formar parte de ese transitar observado. A veces resulta más fácil ser mero observador, estar al otro lado y no tomar partido, no ser un actor de la vida, sino creer que podemos abarcarla y "despistarla" colocándonos en ese otro lado, en el lado de la ventana en el que estamos resguardados, en el que vemos llover sin mojarnos, en el que vemos caminar sin cansarnos, en el que vemos amar sin enamorarnos, en el que vemos creyendo no ser vistos (ni siquiera por la propia vida).
miércoles, 11 de marzo de 2009
Paraísos cercanos
"Empalidecidos por la luna e implacables, él y ella jamás se sentían aliviados, liberados. El ejemplo de ternura que les dábamos se abismaba en su purgatorio como un planeta, una piedra tragada por una inmensa oscuridad, sin dejar ninguna estela centelleante, sin provocar ninguna onda. Por la noche, los dejábamos allí, en su lugar desierto. Al apagar las luces, nos acechaban como perros, insomnes y envidiosos, mientras nosotros soñábamos sus discusiones, sus voces angustiadas. Tú y yo podíamos abrazarnos, pero ellos, los otros dos, nunca lo hacían, pues, a diferencia de nosotros, siempre llegaban a un rígido impasse, agobiados de tal modo que, a su lado, parecíamos más ligeros (nosotros los espectros de la casa, y ellos, de carne y hueso), como si, por encima de la decadencia del amor, nosotros fuésemos el paraíso con el que ellos, aquellos dos seres desesperados, soñaban" (Sylvia Plath, Los otros dos)
El eco de las imágenes, el reflejo de los rostros, el reencuentro de un abrazo, la suavidad de una caricia, la calidez de un beso... no es necesario soñar un paraíso, sino hacerlo crecer en cada gesto.
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